viernes, 15 de enero de 2016

ENVEJECE CON DIGNIDAD:




Cuidarás tu presentación todos los días.
Viste bien, arréglate como si fueras a una fiesta, qué más fiesta que la vida.

*No te encerrarás en tu casa ni en tu habitación.
Nada de jugar al enclaustrado o al preso voluntario, saldrás a la calle y al campo de paseo, agua estancada se pudre y la máquina inmóvil se enmohece.

*Amarás al ejercicio físico como a ti mismo.
Un rato de gimnasia, una caminata razonable, dentro o fuera de casa. Contra inercia, diligencia.

*Evitarás actitudes y gestos de viejo derrumbado.
La cabeza gacha, la espalda encorvada, los pies arrastrándose, no. Que la gente diga un piropo cuando pases.

*No hablarás de tu vejez ni te quejarás de tus achaques.
Acabarás por creerte más viejo y más enfermo de lo que en realidad estás y te harán el vacío. Nadie quiere estar oyendo historias de hospital.

-Deja de auto llamarte viejo y considerarte enfermo.
Cultivarás el optimismo sobre todas las cosas. Al mal tiempo buena cara, sé positivo en los juicios, de buen humor en las palabras, alegre de rostro, amable en los ademanes. Se tiene la edad que se ejerce. La vejez no es una cuestión de años sino de estado de ánimo.

*Tratarás de ser útil a ti mismo y a los demás.
No eres un parásito ni una rama desgajada voluntariamente del árbol de la vida. Bástate hasta donde sea posible y ayuda con una sonrisa, con un consejo, un servicio.

*Trabajarás con tu mano y con tu mente.
El trabajo es una terapia infalible, cualquier actitud laboral, intelectual, artística. Medicina para todos los males, la bendición del trabajo.

*Mantendrás vivas y cordiales las relaciones humanas.
Desde luego las que se anudan dentro del hogar, integrándose a todos los miembros de la familia: ahí tienen la oportunidad de convivir con todas las edades, niños, jóvenes y adultos, el perfecto muestrario de la vida: luego ensancharás tu corazón a los amigos, con tal que los amigos no sean viejos como tú. Huye del bazar de antigüedades.

*No pensarás que todo tiempo pasado fue mejor.
Deja de estar condenando a tu mundo y maldiciendo tu momento. Alégrate de que, entre las espinas, florecen las rosas. Positivo siempre, negativo, jamás. 


"El anciano debiera ser como la luna, un cuerpo opaco, destinado a dar luz"

Desconozco su autor

jueves, 14 de enero de 2016

EL VERDADERO AMOR



Un sabio maestro se encontró frente a un grupo de jóvenes que se declaraban en contra del matrimonio. Los muchachos argumentaban que el romanticismo constituye el verdadero sustento de las parejas y que es preferible acabar con la relación cuando éste se apaga en lugar de entrar a la hueca monotonía del matrimonio.

El maestro les escuchó con atención y después les relató un testimonio personal:

Mis padres vivieron 55 años casados. Una mañana mi mamá bajaba las escaleras para prepararle a papá el desayuno cuando sufrió un infarto y cayó. Mi padre la alcanzó, la levantó como pudo y casi a rastras la subió a la camioneta. A toda velocidad, condujo hasta el hospital mientras su corazón se despedazaba en profunda agonía. Cuando llegó, por desgracia, ella ya había fallecido.

Durante el sepelio, mi padre no habló, su mirada estaba perdida. Casi no lloró. Esa noche sus hijos nos reunimos con él. En un ambiente de dolor y nostalgia recordamos hermosas anécdotas. Él pidió a mi hermano teólogo que dijera alguna reflexión sobre la muerte y la eternidad. Mi hermano comenzó a hablar de la vida después de la muerte. Mi padre escuchaba con gran atención. De pronto pidió que lo llevasen al cementerio.

"Papá" respondimos "¡Son las 11 de la noche! No podemos ir al cementerio ahora!" Alzó la voz y con una mirada vidriosa dijo:

- "No discutan conmigo por favor, no discutan con el hombre que acaba de perder a la que fue su esposa por 55 años".

Se produjo un momento de respetuoso silencio. No discutimos más. Fuimos al cementerio, pedimos permiso al velador y, con una linterna llegamos a la lápida. Mi padre la acarició, oró y nos dijo a sus hijos que veíamos la escena conmovidos:

- "Fueron 55 buenos años... ¿saben?, Nadie puede hablar del amor verdadero si no tiene idea de lo que es compartir la vida con una mujer así".

Hizo una pausa, se limpió la cara y continuó:

- "Ella y yo estuvimos juntos en todo. Alegrías y penas. Cuando nacieron ustedes, cuando me echaron de mi trabajo, cuando ustedes enfermaban. Siempre estuvimos juntos. Compartimos la alegría de ver a nuestros hijos terminar sus carreras, lloramos uno al lado del otro la partida de seres queridos, rezamos juntos en la sala de espera de muchos hospitales, nos apoyamos en el dolor, nos abrazamos y perdonamos nuestras faltas... hijos, ahora se ha ido y estoy contento, ¿saben por qué?, porque se fue antes que yo, no tuvo que vivir la agonía y el dolor de enterrarme, de quedarse sola después de mi partida. Seré yo quien pase por eso, y le doy gracias a Dios. La amo tanto que no me hubiera gustado que sufriera".

Cuando mi padre terminó de hablar, mis hermanos y yo teníamos el rostro empapado de lágrimas. Lo abrazamos y él nos consoló:

- "Todo está bien hijos, podemos irnos a casa; ha sido un buen día". Esa noche entendí lo que es el verdadero amor. Dista mucho del romanticismo y no tiene que ver con el erotismo. Más bien es una comunión de corazones que es posible porque somos imagen de Dios. Es una alianza que va mucho más allá de los sentidos y es capaz de sufrir y negarse cualquier cosa por el otro".

Cuando el maestro terminó de hablar, los jóvenes universitarios no pudieron debatirle. Ese tipo de amor les superaba en grande. Pero, aunque no tuviesen la valentía de aceptarlo de inmediato, podían presentir que estaban ante el amor verdadero. El maestro les había dado la lección más importante de sus vidas.
Anónimo.
Adaptado por el Padre Jordi Rivero.


miércoles, 13 de enero de 2016

CARTA DE UNA MADRE A SU HIJO



"Mi querido hijo, el día que me veas vieja, te pido... por favor que tengas paciencia, pero sobre todo trata de entenderme. Si cuando hablamos, repito lo mismo mil veces, no me interrumpas para decirme “eso ya me lo contaste” solamente escúchame por favor.
Y recordar los tiempos en que eras niño y yo te repetía las cosas para que me puedas entender.
Cuando no me quiera bañar, no me regañes y por favor no trates de avergonzarme, solamente recuerda las veces que yo tuve que perseguirte con miles de excusas para que te bañaras y te enseñé a ser independiente para bañarte.
Cuando veas mi ignorancia ante la nueva tecnología, dame el tiempo necesario para aprender, y por favor no hagas esos ojos ni esas caras de desesperado.
Recuerda mi querido hijo, que yo te enseñé a hacer muchas cosas como comer apropiadamente, vestirte y peinarte por ti mismo, como confrontar y lidiar con la vida, me vistes en muchos retos y nunca deje en mi escases que te falte nada.
El día que notes que me estoy volviendo vieja, por favor, ten paciencia conmigo y sobre todo trata de entenderme. Si ocasionalmente pierdo la memoria o el hilo de la conversación, dame el tiempo necesario para recordar y si no puedo, no te pongas nervioso, impaciente o arrogante.
Solamente ten presente en tu corazón que lo más importante para mí es estar contigo y que me escuches, ver tu carita de felicidad por darme unas horas a tu lado.
Y cuando mis cansadas y viejas piernas, no me dejen caminar como antes, dame tu mano, de la misma manera que yo te las ofrecí cuando diste tus primero pasos, porque si caminas es porque yo te enseñe a caminar.
Cuando estos días vengan, no te debes sentir triste o incompetente de verme así, sólo te pido que estés conmigo, que trates de entenderme y ayudarme mientras llego al final de mi vida con amor  y con gran cariño por el regalo de tiempo y vida que tuvimos la dicha de compartir juntos, te lo agradeceré con una enorme sonrisa y con el inmenso amor que siempre te he tenido, sólo quiero decir por último que el día que cierre mis ojos y me vaya al encuentro con Dios, me quiero llevar tu carita sonriendo en mi mente, tus acciones buenas con el mundo y el orgullo de haber sido tu mamá."
TE AMO.