Nos
preguntan lo mismo a cada rato. Nos sulfuramos. A veces nos da gracia. Nos
preguntan lo mismo. Nos volvemos a enojar. Tratamos de hacerlos entrar en
razones. Les explicamos las cosas una y otra vez. Intentamos otra manera de
responder a la misma pregunta. Nos preguntan lo mismo. Volvemos a responder
como la primera vez. Les recordamos que ya nos preguntaron lo mismo. Nos da
rabia. ¿Nos resignamos? Volvemos a contestarles lo mismo una y mil veces.
¿Qué es
envejecer? ¿Quién elige cómo envejecer? A veces te toca que te afecte el
cuerpo. Otras veces te toca que te afecte la cabeza. En el peor de los casos,
te afecta cuerpo y cabeza. ¿En quién te convertís si pierdes la memoria? ¿Y si pierdes
una parte de la memoria? ¿Sigues siendo la misma persona o te vas transformando
en otra?
Te das
cuenta de que te vas transformando y tienes que lidiar con la imposibilidad de
cambiar tu destino. Seguramente intentarás una y mil maneras de retener los
recuerdos, de mantener la memoria. Anotaciones, reglas nemotécnicas, carteles
en distintos lugares, preguntas y más preguntas a quienes guardan una parte de
la memoria que vas perdiendo.
Hay
muchos lugares donde las personas guardamos la memoria, escuché decir por radio
a un investigador especialista en eso de recordar. Uno conserva parte de su
memoria en su cerebro, pero también en los cerebros de las personas con las que
se relaciona.
¿Puedes ayudarme a recordar? ¿Quién era este que aparece en la
foto? ¿Cómo fue que nos conocimos? La memoria es una construcción colectiva, me
dijo una vez Ana R.
Se te estruja el corazón de solo verlo. Sientes en el cuerpo la
rabia que atraviesa al hijo cuando el padre le hace la misma pregunta una y
otra vez. Sientes también en el cuerpo la imposibilidad que atraviesa al padre
que le pregunta y otra vez:
-¿Qué es
eso?
-Un gorrión.
-Un gorrión.
Te
preguntan una y mil veces ‘qué es eso’ y vas aprendiendo a no enojarte. Comienzas
a contestarle una y mil veces ‘qué es eso’ y una tristeza enorme comienza a
atravesarte el cuerpo. La tristeza llegó para quedarse. Como a ellos les llegó
la des-memoria.
Te obsesionas
por retener todo lo que se pueda y suplir así lo que la memoria de ellos va
soltando. Te desvelas pensando en cómo ayudar a retardar –¡a detener!- el
tránsito por este camino solo de ida. Un día, como ellos, vos también aprendes
a soltar lo que no puede ser retenido. Vas aprendiendo, junto a ellos, a
transitar por este camino de otra manera. A descubrir en este viaje nuevas
formas de alegría.
-¿Qué es
eso?
-Un gorrión.
-Un gorrión.
En algún
momento te das cuenta de que se puede vivir de otra manera. Cuesta. Un
montón. Hay mucho trabajo emocional, y físico por delante. Te agotas (las
emociones agotan mucho más que el cansancio físico). Pero se puede. Aprender a
escuchar otras cosas. Entiendes perfectamente qué te están preguntando.
Entonces tratas de explicarles (de explicarte) que hay muchas cosas por las
cuales la lucha todavía merece la pena. Los miras a los ojos y les hablas de
frente. Ellos te miran a los ojos también, están ahí dialogando con vos.
De
pronto, el ejemplo que te siguen dando te deja patas para arriba. Empiezan a pintarse
otra vida. Le ponen otras formas y otros colores. Siguen empeñados en pintar
los días, y lo hacen desde un lugar más libre. Los ves luchando minuto a minuto
para no entregarse y te conmueves hasta las lágrimas. Aprendes, como
ellos, a soltar aquello que te empecinabas en retener. Aprendes, como
ellos, a cambiar la mirada. Vos también vas encontrando nuevos rumbos,
esos que te permiten acompañarlos mejor. De una manera menos exigente y más
amorosa. Ellos te enseñan cómo y te dan pautas que te permiten seguir
disfrutando con ellos. Te ayudan a seguir disfrutándolos.
Sabes que
el ejemplo que te dan ahora es la mejor herencia que te pueden dejar. Ya te lo
habían enseñado, pero insisten en transmitírtelo. Te siguen enseñando a no
rendirte. A no claudicar. A la vida hay que ponerle el pecho. Y seguir
bebiéndosela a borbotones.
-¿Qué es
eso?
-Un gorrión.
-Un gorrión.
No. La
vejez no es para los débiles.