El proceso de envejecer requiere coraje. Asistir a la
desintegración de nuestro cuerpo, observar cómo se deterioran la vista y el oído,
la fuerza la velocidad y la memoria requiere una clase de heroísmo que no es
menos impresionante por ser silencioso y paciente. Contemplar cómo le ocurre el
mismo proceso a un ser amado exige otro tipo de heroísmo, que se expresa con
paciencia, devoción y cariño. Y soportar o presenciar el tipo de deterioro que
al final sólo deja el caparazón vacío de una persona, definitivamente "la vejez
no es para los temerosos", cualquiera que la observe de cerca y con una mirada
compasiva puede llegar a sumirse en la admiración por aquéllos que están
envejeciendo y por su valentía. (Tomado de Deja que llegue el crepúsculo)
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