domingo, 8 de octubre de 2017

LA VEJEZ NO ES PARA LOS DÉBILES



Nos preguntan lo mismo a cada rato. Nos sulfuramos. A veces nos da gracia. Nos preguntan lo mismo. Nos volvemos a enojar. Tratamos de hacerlos entrar en razones. Les explicamos las cosas una y otra vez. Intentamos otra manera de responder a la misma pregunta. Nos preguntan lo mismo. Volvemos a responder como la primera vez. Les recordamos que ya nos preguntaron lo mismo. Nos da rabia. ¿Nos resignamos? Volvemos a contestarles lo mismo una y mil veces.
¿Qué es envejecer? ¿Quién elige cómo envejecer? A veces te toca que te afecte el cuerpo. Otras veces te toca que te afecte la cabeza. En el peor de los casos, te afecta cuerpo y cabeza. ¿En quién te convertís si pierdes la memoria? ¿Y si pierdes una parte de la memoria? ¿Sigues siendo la misma persona o te vas transformando en otra?
 Te das cuenta de que te vas transformando y tienes que lidiar con la imposibilidad de cambiar tu destino. Seguramente intentarás una y mil maneras de retener los recuerdos, de mantener la memoria. Anotaciones, reglas nemotécnicas, carteles en distintos lugares, preguntas y más preguntas a quienes guardan una parte de la memoria que vas perdiendo.
Hay muchos lugares donde las personas guardamos la memoria, escuché decir por radio a un investigador especialista en eso de recordar. Uno conserva parte de su memoria en su cerebro, pero también en los cerebros de las personas con las que se relaciona.
¿Puedes ayudarme a recordar? ¿Quién era este que aparece en la foto? ¿Cómo fue que nos conocimos? La memoria es una construcción colectiva, me dijo una vez Ana R.
Gabriel M. tuvo un tino impresionante cuando me compartió el video de un tal Constantin Pilavios.  
Se te estruja el corazón de solo verlo. Sientes en el cuerpo la rabia que atraviesa al hijo cuando el padre le hace la misma pregunta una y otra vez. Sientes también en el cuerpo la imposibilidad que atraviesa al padre que le pregunta y otra vez:
-¿Qué es eso?
-Un gorrión.
Te preguntan una y mil veces ‘qué es eso’ y vas aprendiendo a no enojarte. Comienzas a contestarle una y mil veces ‘qué es eso’ y una tristeza enorme comienza a atravesarte el cuerpo. La tristeza llegó para quedarse. Como a ellos les llegó la des-memoria.
Te obsesionas por retener todo lo que se pueda y suplir así lo que la memoria de ellos va soltando. Te desvelas pensando en cómo ayudar a retardar –¡a detener!- el tránsito por este camino solo de ida. Un día, como ellos, vos también aprendes a soltar lo que no puede ser retenido. Vas aprendiendo, junto a ellos, a transitar por este camino de otra manera. A descubrir en este viaje nuevas formas de alegría.
-¿Qué es eso?
-Un gorrión.
En algún momento te das cuenta de que se puede vivir de otra manera. Cuesta. Un montón. Hay mucho trabajo emocional, y físico por delante. Te agotas (las emociones agotan mucho más que el cansancio físico). Pero se puede. Aprender a escuchar otras cosas. Entiendes perfectamente qué te están preguntando. Entonces tratas de explicarles (de explicarte) que hay muchas cosas por las cuales la lucha todavía merece la pena. Los miras a los ojos y les hablas de frente. Ellos te miran a los ojos también, están ahí dialogando con vos.
De pronto, el ejemplo que te siguen dando te deja patas para arriba. Empiezan a pintarse otra vida. Le ponen otras formas y otros colores. Siguen empeñados en pintar los días, y lo hacen desde un lugar más libre. Los ves luchando minuto a minuto para no entregarse y te conmueves hasta las lágrimas. Aprendes, como ellos, a soltar aquello que te empecinabas en retener. Aprendes, como ellos, a cambiar la mirada. Vos también vas encontrando nuevos rumbos, esos que te permiten acompañarlos mejor. De una manera menos exigente y más amorosa. Ellos te enseñan cómo y te dan pautas que te permiten seguir disfrutando con ellos. Te ayudan a seguir disfrutándolos.
Sabes que el ejemplo que te dan ahora es la mejor herencia que te pueden dejar. Ya te lo habían enseñado, pero insisten en transmitírtelo. Te siguen enseñando a no rendirte. A no claudicar. A la vida hay que ponerle el pecho. Y seguir bebiéndosela a borbotones.
-¿Qué es eso?
-Un gorrión.
No. La vejez no es para los débiles.

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